He estado en uno de esos espacios donde habita mi olvido, en un pequeño pero inquieto mar; un lugar percibido con todos mis sentidos y cercano como todo lo que amo.
La mayoría de las mañanas me sumerjo en sus aguas y me mece, siento que su arrullo maternal me reconforta ; nada ni nadie, interrumpe mi calma.
En otras ocasiones “rompe el mar sobre el mar” …en sus profundidades o en las mías, arrastrando el hastío de lo cotidiano, renovando lo mas hondo entre sus remolinos o entre mis circunvoluciones .Su fuerza despierta en mi algo fieramente humano y puro .
A mi vecino, un honorable catedrático y un gran hombre, este lugar le arrancaba todos los años , la camisa y la pajarita dejando le una vieja camiseta interior raída. Recuerdo alguna de sus charlas profundas pero sobre todo la ternura y la proximidad de su figura.
Esté sitio hace que extrañe lo inanimado, me desviste de civilización, y como los primeros bípedos me insta a permanecer de pie, corriendo o nadando. Sumergida sin más en esta simbiosis transitoria se que pertenezco al agua y la tierra.
Son esas sensaciones , esos silencios colmados del lenguaje natural y de una misma con mis recuerdos, los que me permiten afrontar de nuevo otro año laboral con mirada virgen y aptitud renovada.
Foto: C. Vicente