La sincera espiritualidad y la sincera humanidad

Esté artículo está publicado en la revista del colegio de médicos de Alicante, lo pongo en bloc para aquellos que no son médicos y no han tenido acceso, aunque reconozco que no es de lectura sencilla, algunas amigas no lo han digerido . Quien lo han leído o le resulte tedioso que se deleite con las fotos de Gaspar. Quien lo quiera leer que le de arriba al redondel para actualizar se ha cargado mal varias veces.

Esa dicotomía conceptual que se personaliza en Orihuela entre el sentimiento del paisaje urbano y natural , “acrisola una fuerza telúrica” y una profunda huella espiritual, pues además de su riqueza natural, su desarrollo cultural ha estado firmemente ligado a una religiosidad histórica, y conforma una ciudad donde tradición, religiosidad y la belleza artística se materializada en todo su entorno urbano y sus gentes.

Este entorno tradicionalmente bello, es consustancial y complementario en nuestra tierra y dan lugar a un “rayo” de creatividad inaudita, no sólo como expresión de “ gran materia” sino como expresión de “gran espiritualidad” que se armoniza y se refleja en el tiempo, en cada uno de sus espacios y sus escritores.

Y aunque “ cualquier paisaje es un estado del alma”…son muchos los estudiosos de la historia de Orihuela o de sus artistas, que reflejan esta teoría sobre la influencia singular por sus características históricas y geográficas en el desarrollo de vocaciones literarias.

La ciudad y su entorno se incrusta en las retinas y su legado cultural baña las neuronas de los hombres sensibles, dando lugar una “alta densidad de cota literaria”,desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo, difícil de explicar por número poblacional.

Desde mi perspectiva inocente y profana, intento penetrar “ al fondo de la tierra”,a las raíces de esa higuera, a los cimientos de esos monumentos que “Don Magín distinguía desde la altura”, con la convicción de que la realidad se puede explicar con metáforas, pero que no es una metáfora. Y como persona de formación científica tengo que afirmar que la realidad existe, pero la realidad es una realidad pensada. Usando las palabras de Borges : “conocer es reconocer, pero es preciso haber conocido para reconocer, pero conocer es reconocer…” Si aplicamos el tiempo a este concepto, el conocimiento, es decir, la formación en el concepto, nos lleva a reconocer; el reconocimiento nos lleva a conocer; la evaluación del reconocimiento a la luz del conocimiento nos acerca a la verdad, según la evidencia del tiempo que nos toca vivir.

Por lo tanto no solo importa la sensibilidad del hombre, sino la percepción: y esta depende del conocimiento, que a su vez depende de “ las fuentes físicas, o artificiales de donde haya bebido”.
Tampoco podemos desligar el lenguaje de la cultura, como no podemos desprender la piel de las viseras internas; nuestra imagen del lenguaje es nuestra imagen del mundo, nuestra inteligencia es lingüística y nuestra cultura también lo es, y como la piel, el lenguaje nos limita, nos protege y nos relaciona y nos muestra al mundo. “Pero no solo es nuestra piel individual, sino nuestra piel social”.

Tyler define la cultura como “un todo complejo que incluye los conocimientos, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y todas las otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”;”la cultura es, ante todo, una adhesión afectiva, un cúmulo de creencias que tienen fuerza de verdad y que marcan, en algún sentido, cada una de nuestras actuaciones como individuos miembros de una sociedad” (Miquel Lourdes, Sans Neus, 2004). Por todo esto, conocer nuestra ciudad es conocer su memoria, y conocer su memoria es conocer su legado, la extensión de su epidermis, el lenguaje de sus gentes.

Pero para lo que pretendo expresar de forma sucinta me bastan dos autores y sus obras.

En ambos el lenguaje es esencialmente un instrumento lógico, desde la idea a la palabra, la palabra “cristalina” en Sijé, la palabra que es emoción en Miguel.

En los ensayos de Ramón Sijé se aprecia su vocación de puro rigor mental que camina hacia lo que siente propio: una identidad personal que no puede desligarse de una plena identidad espiritual, y su vida es pasto de su enorme espiritualidad. Alguien dijo de él “ … uno de los hombres más consumidos por la sed espiritual que yo he conocido.”… “Láncese la iglesia a la vida civil…a formar una conciencia espiritual colectiva y un sentido agónico del tiempo que corre”. Su profundo sentimiento religioso hacen de él un hombre fieramente espiritual que arremete contra los tibios.

En la poesía de Miguel se aprecia su vocación de puro rigor mental que camina hacia lo que siente propio: la tierra, los hombres, la mujer y la muerte. En él todo es biológico, pero sobre todo fieramente humano, y su vida es pasto de su fuerte humanidad: os doy la humanidad que mi canción presiente”. Profundiza y expresa, de forma sencilla y magistral, lo íntimo, personal y humano. Sus inquietudes sociales fueron influenciadas, no sólo por sus orígenes humildes, sino por su educación y las ideas sociales de Ramón Sije: “No tiene el cristiano derecho a su felicidad cuando la desgracia acompaña a sus semejante” . Esas raíces de humanismo cristiano luego se transformaron en humanismo secular influenciado por otros autores en Madrid y por el desarrollo de vivencias posteriores “ Quitémonos el pavo real y suficiente, la palabra con toga, la pantera de los acechos. Vamos a hablar del día, de la emoción del día. Abandonemos la solemnidad… hablaremos unidos, comprendidos sentados, de las cosas del mundo frente al hombre”. Siendo el autor en el que más se identifican vida y obra

Ambos autores estuvieron vinculados con su zona geográfica y el sentimiento del paisaje y la transcendencia de ese sentimiento junto al acervo cultural de su ciudad que como dice A . Sequeros “ No hay en ella calle sin templo, ni plaza sin convento, ni rincón sin palacio”.

Ningún hombre sensible puede escapar de la realidad que le circunda. Esa realidad que no es más que su visión del hombre en su entorno como ser biológico, cultural, social. En palabras de Ortega : “la dimensión perspectivística de la realidad no se limita a los aspectos perceptuales, como los colores, los sonidos, las figuras espaciales, alcanza también a las dimensiones más abstractas de la realidad, los valores y las propias verdades, existe una razón vital e histórica que delimita nuestro conocimiento”.

En ambos la palabra surge triunfante del concepto puro, quevedesco. Como dijo Dámaso Alonso “ Quevedo prensa pensamiento hirviente” en la lucha continua entre sus propósitos ascéticos incuestionables y sus afanes vitalistas.

La influencia en Ramón Sijé será tanto del estilo como de la España que representa el barroco. Ramón insiste en la conciencia cristiana del estado pero que debe emanar de un acuerdo entre todos, de una justicia distributiva que le lleva a un socialismo católico.

Y aunque se diga que esta influencia barroca en Miguel atiende fundamentalmente a la técnica de expresión de los maestros del siglo de oro. Miguel Hernández es poeta de la vida, del amor y de la muerte como queda plasmado en la obra de su plenitud artística: El rayo que no cesa. Llena de vitalismo natural que Miguel imprime en su poesía, siempre como reflejo de su sensibilidad y de sus pasiones. Y estos tres motivos centrales los encontramos en Quevedo de forma reiterada, para tratar de superar, poéticamente,
.En ambos es importante la expresión de su verdad y su veracidad, que traspasa lo meramente doctrinario y teórico. Dostoievski se pregunta ¿ Que puede hacer un hombre honesto sino hablar de si mismo? Y por último Borges afirma: “El arte es como un espejo, que nos revela nuestra cara”. Su responsabilidad para comunicar al mundo sus ideas y vivirlas, son ejemplos de su compromiso y su valía como hombres.

Su amistad y sus influencias, y sus discordancias ideológicas, quedan reflejadas en muchas opiniones y escritos de autores refutados. Juan Ramón Jiménez escribió sobre el homenaje póstumo de Miguel a Ramón: “Todos los amigos de la poesía pura deben buscar y leer esos poemas vivos. Tienen su empaque quevedesco, es verdad, su herencia castiza. Pero la áspera belleza tremenda de su corazón arraigado rompe el paquete y se desborda, como elemental naturaleza desnuda”.

Cada uno de estos autores cara o cruz o cruz o cara , desde su ideario y en el contexto que les tocó vivir, aprendieron del gran maestro “a espolear la realidad”. Quevedo, en su época, con su lucidez implacable y humor, denunció las injusticias y decadencia de su tiempo.

Ambos son hombres con una altura intelectual y artística incuestionables y, salvando la diferencia del tiempo, con unas ideas diferentes en algunos aspectos a las mías. Y probablemente si pudiera hablar con alguno en al plano de las creencias ambos arremeterían contra mi. El uno porque yo, como decía Unamuno “Llevo muy en lo dentro de mis entrañas espirituales la agonía, la lucha, la lucha religiosa y la lucha civil” y el otro porque aunque yo me juzgue finita, sigo teniendo una esperanza infinita.

Son hombres honrados a los que admiro, que me hacen pensar y sentir, cuyo amor a la belleza, amor a la poesía en su autenticidad, y su apasionado humanismo dendrítico, no me cabe la menor duda, provienen de las huellas indelebles que en su sistema límbico ha dejado el acervo cultural de Orihuela, mi ciudad.

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