Como el curso del río que llega a su destino
entre el cielo plomizo y la ciudad vibrante,
en un atardecer lluvioso mi corazón estalla,
como un fado se rompe en el poniente.
En estos instantes de sublime belleza
que a veces la vida generosa nos ofrece,
vuelve la memoria al jardín de la risa
donde los sueños de infancia permanecen.
De esos sueños se ha forjando mi destino,
mi estructura incorpórea y mi locura,
y aunque sólo me queden los destellos,
rodeada por mis recuerdos y su ternura,
construyo de ese barro que me queda,
para el futuro en el presente, una sonrisa.
Cecilia Guillén Montiel.