La fauna críptica

Emulando a Neruda:

Amo todas las cosas chicas

y envidio esos ojos avidos

que entre las poseidonias

o enterrados en los dorados

fondos de arena

nos descubren las minúsculas

criaturas y su frágilidad.

Hoy siento más míos

esos pequeños seres

hasta ahora invisibles,

no por colorido

que es increíble,

sino porque tengo la certeza

de que este mar tuyo, Fede,

es el mío y nuestro

y más que algo curioso

o un lugar extraño para visitar

es parte del nuestro hogar

y esta en nuestras manos,

como todo lo propio,

seguir admirando y respetando

su infinita riqueza.

Gracias Federico.

“La fauna críptica”

Federico Abad Guillén

Fotografías realizadas en Cabo Roig, Cabo Huertas, Tabarca y Santa Pola

La fauna críptica

Al empezar a escribir este texto tenía la intención de titularlo “la fauna invisible” ó “la fauna escondida”, pero no me parecía un título del todo acertado. Al igual que muchos elementos cotidianos, los organismos a los que haré referencia, visibles para el ojo atento y curioso, no poseen el poder de la invisibilidad ni se esconden de nosotros en la mayoría de los casos. En mi humilde opinión, es nuestra incapacidad para fijarnos en los pequeños detalles que el entorno nos ofrece, lo que hace imperceptible a estos seres. El ojo humano tiende a verse sorprendido por figuras fácilmente reconocibles, de un tamaño que no implique un esfuerzo a la hora de diferenciarlas del medio en el que se encuentran. En el momento en el que se realiza el acto consciente de mirar en lugares aparentemente inhabitados como los agujeritos de las rocas, los poros de las esponjas, o las bases de las praderas marinas, se comienza a descubrir un mundo fascinante, lleno de colores y formas hasta entonces desconocidas.
Opistobranquios

En primer lugar querría comenzar presentando el mundillo de los opistobranquios. Estos animales tienen un parentesco muy cercano a los caracoles y babosas terrestres perteneciendo a la misma clase, los gasterópodos. Tal y como se puede observar en las imágenes, estos animales recuerdan a las típicas babosas de campo, pero más coloridas y con un penacho que sobresale de la parte anterior de su cuerpo.

Estas “babosas”, respiran por el plumero que sobresale por la parte de atrás de su cuerpo. Al contrario que sus congéneres terrestres, las dos antenillas que sobresalen de su cabeza no son ojos, son rinóforos, unos sensores que captan compuestos químicos que se encuentran en el medio, actuando de manera más parecida a una nariz que a unos ojos.

Por otro lado, estos gasterópodos adquieren ese colorido tan vivo mediante su dieta. Al devorar las plantas o esponjas que componen la base de su alimentación, incorporan en su propio cuerpo los pigmentos que estas poseen, llevando la expresión de “somos lo que comemos” al siguiente nivel. De esta manera, estos pequeños animales muestran un patrón de coloración similar al de organismos venenosos o se camuflan con el medio, engañando así a posibles predadores. Esta estrategia es esencial para su supervivencia debido a su escasa movilidad y su carencia de estructuras defensivas.

Otras especies con algo más de mala baba (valga la redundancia) poseen defensas químicas, adquiridas también por su alimentación. Por ejemplo, los individuos del género Flabellina se alimentan de cnidarios, organismos relacionados con las urticantes medusas, e incorporan los compuestos urticantes que estos poseen en unas estructuras defensivas denominadas “ceratas”, que se ubican en la “espalda” de estos gasterópodos. A pesar de ello, el pequeño tamaño de estos seres los hace inofensivos para los seres humanos.

La alimentación de estas babosillas no afecta únicamente a la pigmentación y la defensa. Algunas especies como Elysia timida tienen la capacidad de adquirir los cloroplastos de las plantas que comen e incorporarlas en su “epidermis”. Los cloroplastos, para quien no lo sepa, son estructuras que poseen las células vegetales para poder hacer la fotosíntesis y generar energía a partir de la luz. Elysia timida aprovecha estos cloroplastos para realizar la misma función que las plantas, convirtiéndose en algo así como una babosa con placas solares portátiles.

Es nuestro deber, cuando estamos buceando o haciendo apnea, ser selectivos a la hora de apoyarnos o aletear en la dirección de alguna roca o pared ya que estos animales son tan pequeños y delicados que podemos aplastarlos con el dedo meñique o catapultarlos con un suave aleteo.

Enterrados

Algunos animales son difíciles de apreciar, no solo por su camuflaje, sino por su capacidad de enterrarse en la arena. Algunos peces planos (lenguados sobre todo) muestran unos patrones de coloración muy similares al sedimento en el que se encuentran, mimetizándose casi por completo con este. Por suerte, ni siquiera la naturaleza es perfecta. Por esta razón, si nos fijamos bien en las diferencias en la homogeneidad de los granos de arena, los colores y las formas del fondo marino, podremos llegar a diferenciarlos. Es normal no verlos la primera vez que nos sumerjamos ya que nuestros ojos han de habituarse a las formas y colores para diferenciarlos, pero con tiempo y paciencia se comienza a descubrir toda una serie de formas de vida que siempre habían estado ahí y de las que nunca nos habíamos percatado

Otros animales de mayor tamaño no son tan complicados de encontrar o diferenciar del medio en el que se encuentran. Algunos peces cartilaginosos, como Dasyatis pastinaca, son animales que realizan largas migraciones a costa durante la primavera. Durante el verano son algo más escasos. Suelen ser de hábitos nocturnos; si somos algo madrugadores y nos echamos al agua a tiempo, podremos observar en la arena la figura que deja esta especie tan singular al posarse sobre la arena. Durante el día, a pesar de su naturaleza nadadora, se mantienen enterrados bajo la arena de una manera un tanto “chapucera”. Los ojos, la silueta, el espiráculo y la cola se diferencian a la perfección y se reconocen con facilidad. A pesar del aguijón venenoso que poseen en la cola, no son peces agresivos, más bien los describiría como animales tranquilos y muy huidizos. Así pues, hemos de aproximarlos con una calma y parsimonia similar a la que exhiben. De no ser así, saldrán de su letargo y se marcharan batiendo sus aletas rápidamente, como si de alas se tratasen. El hecho de encontrar a estos animales nadando es digno de ver: la gracilidad y serenidad que muestran mientras se desplazan es hipnótica, como si volasen por el agua. Por eso me parece una pena el estropear este espectáculo tan bonito espantándolas por las prisas con las que nos hemos acostumbrado a vivir el día a día. El estrés y la impaciencia a la que nos vemos sometidos se manifiesta en todos los demás ámbitos de nuestro comportamiento, incluido el buceo o la apnea. Creo que tenemos que aprender a tomarnos las cosas con más calma, tanto en nuestras inmersiones como en lo cotidiano, ya que de este modo disfrutaremos y apreciaremos mucho más todos aquellos eventos que conforman un día normal, ya sea una charla en una terraza, un paseo o en este caso, un encuentro con un animal marino.

Algunos organismos marinos no cuentan con un patrón de coloración fijo para efectuar la función de la cripsis (pasar inadvertido), sino que varía en función del ambiente en el que se encuentran. Este es el caso de los cefalópodos, es decir, aquellos animales formados por una cabeza de la que salen tentáculos/pies/brazos/patas, como pueden ser los calamares, el pulpo, la sepia o el nautilus. Entre los mencionados, querría destacar especialmente a la sepia, que entra por los pelos dentro de esta fauna que se entierra bajo la arena. Aunque bien es cierto que tienen la capacidad de soterrarse y lo suelen hacer a menudo, la sepia destaca por su camuflaje dinámico. No solo cambia de color y textura en función de lo que se encuentra a su alrededor sino que además puede simular el movimiento de una serie de bandas horizontales a través de su cuerpo, lo que algunos expertos interpretan que puede hipnotizar a posibles presas. Las sepias, no contentas con poseer uno de los camuflajes más desarrollados del planeta o uno de los sistemas nerviosos más avanzados en el mundo de los invertebrados, han decidido hacer de la magia y el ilusionismo una realidad.

El siguiente de la lista también se encuentra enterrado, pero de una manera algo distinta. Para encontrarlo, no sirve tener una vista muy aguda o fijarnos bien, como en los ejemplos anteriores, hay que utilizar una aproximación algo más tosca y simple. El comúnmente denominado “Chafarrocas” es un pez achatado y escurridizo que, como su nombre indica, vive debajo de cantos y rocas. Recuerdo que la primera vez que encontré uno estaba buscando cangrejos ermitaños y nudibranquios debajo de las piedras. Para mi sorpresa, debajo de una de las rocas que levanté, sorprendí inmóvil a un ser con aspecto de renacuajo, pero que evidentemente no era uno. Salió disparado con un movimiento serpenteante hasta otra roca cercana, la cual levanté lentamente. Ahí estaba, parado y tranquilo y evidentemente le pude sacar un par de fotos para guardarlo en mi registro y posteriormente identificarlo. Por tanto, para encontrarlo hay que levantar rocas cuidadosamente y mirar debajo. El hallar a estos individuos depende de nuestra curiosidad por descubrir nuevas especies o por saber que habrá debajo de esas estructuras, por ello considero que a la hora de meterse al agua hemos de volver un poco a la infancia y desenterrar esa curiosidad genuina y ese afán que tienen todos los niños por conocer aquello que les rodea.

Gusanos

Imagen 9: En esta imagen se observa el plumero de tentáculos de Protola tubula. Las manchas rojas son los ocelos anteriormente mencionados

Estos gusanos suelen encontrarse en zonas rocosas, tanto expuestos como en grietas, por lo que no suele ser muy difícil encontrarlos en según qué zonas. Solemos confundirlos con algún tipo de alga o planta y perdemos el interés o directamente los obviamos, pero a la vista está lo curiosos que son.
Otros anélidos interesantes que también podemos encontrar son los platelmintos o gusanos planos. Son pequeños animales aplanados y muy coloridos que se suelen confundir con los opistobranquios descritos al principio. En general son difíciles de ver debido a su pequeño tamaño, pero podemos encontrarlos en las bases de Posidonia oceanica o dando paseos por la arena, tal y como se observa en las imágenes.

Por último, espero que este post haya servido para que veáis que no hace falta viajar a Australia o al Mar Rojo para poder ver animales, formas o paisajes que nunca habíais visto. La biodiversidad que puede albergar un solo metro cuadrado de costa es inconmesurable a pequeña escala, y aún así solemos pasar este hecho por alto para centrarnos en las pocas especies que consideramos “exóticas” o interesantes. A mi parecer, la contemplación de la vida marina se asemeja mucho a nuestras relaciones afectivas, en el sentido de que lo importante y sobre lo que se cimientan verdaderamente no son tanto los actos vistosos o heroicos que tanto se enfatizan en las películas y series, sino el saber apreciar los pequeños detalles de lo cotidiano.

Federico