Hoy, en el otro vértice de nuestra tierra, se eleva un tempo de alegría.
Es el viento que puntea una sonata en las ramas secas de las encinas,
y sobre las piedras milenarias que forman el pico Alto del Acebo,
deja un tapiz de hojas vencidas.

Como un árbol caduco, despojada ya de lo viejo
con los ojos abiertos y el corazón henchido de eternidad
entre el verde y el rojo de los ramos del serval
se diluyen el asfalto inerte y la rutina.

Mientras, entre los recovecos de las hayas,
el sol caprichoso, lanza saetas flamigeras al azar
y todas mis sombras se transforman en claridad,
luz serena que dilata mi alma niña.

Y a esta libertad sencilla
y a su esencia desnuda me aferró ,
un espacio sin lastre ,perfecto
en el que sólo estoy yo, mi ruta
y la cadencia rítmica del pedaleo.


Porque al peregrinar por el camino primitivo
en esos instantes de paz y esplendor ,
es fácil escapar del tedio
y seguir a rueda para reencarnarse,
entre tanta belleza, en una misma.

Es una frase hecha pero no por ello menos cierta:
La naturaleza como fuente de inspiración.
Me reconozco en esa emoción que puede venir del simple rocío en las plantas por la mañana , el olor de un cañaveral con la fresca , una huerta arreglada para la siembra , ….y como no de la orgía de una naturaleza casi salvaje y del tiempo necesario para recrearse contemplándola